miércoles, 23 de noviembre de 2011

Ética y Evaluación

Para el desempeño docente, no solamente es relevante la formación profesional, los conocimientos, el componente intelectual, sino que resulta fundamental la ética. La actitud del profesor debe corresponderse con los valores que predica. Es necesario que la práctica se realice conforme a la libertad, la justicia, el respeto. El reto que se plantea el educador en este nuevo siglo caracterizado por el uso de las TICs, es un desarrollo moral, verdaderamente humano, de sus alumnos. Para ello debe hacerlo con el ejemplo, con las actitudes que refleja en su práctica. En especial cuando lleva a cabo el proceso de evaluación, el cual debe realizarse dentro de los parámetros éticos que dignifiquen esa labor. Camilloni, Celman y Palou (1998) exponen que:

Una de las primeras miradas, y quizá la más compleja, es el intento de desentrañar el marco ideológico-axiológico que orienta la acción del docente. Los modos de pensar, las formas de comprender la vida, los valores implícitos son diferentes en cada docente. Cada uno responde a una cosmovisión en la que inciden su pertenencia social y su peculiar historia de vida. (p. 114).


La óptica particular de cada docente sobre el proceso de evaluación está matizada por los valores éticos que posea. Los hechos son la mejor manera de demostrar el tinte ético que tiene la conducta del profesor. Si se habla de democracia, de igualdad, de posibilidades de expresión, de participación, se debe aplicar un proceso de evaluación que esté en contra de la sanción, la autocracia, el abuso de poder. Es decir, se debe ser consecuente con los principios que fundamenten la evaluación en un marco ético y de valoración al ser humano. Colomba y Chanes (1997) establecen que:

Evaluar implica valorar y tomar decisiones que impactan directamente en la vida de los otros. En tal sentido, es una práctica que compromete una dimensión ética, no siempre tenida en cuenta y asumida como tal. Se requiere de un proceso reflexivo que asuma una posición de análisis crítico en torno a las acciones que se realizan conjuntamente con las intenciones que se persiguen. Es decir, se hace necesario preguntarse qué se pretende, qué valores están involucrados, cómo se realiza, qué efectos tiene, qué papel asumen los evaluadores, etc. (p.2).


Desde la perspectiva ética, es relevante saber al servicio de quién está la evaluación, qué fines persigue y qué uso se le va a dar a la información y los resultados obtenidos. En tal sentido, el docente debe tener claras las respuestas a las siguientes interrogantes: ¿Por qué evaluar?, ¿Para qué evaluar?, ¿Quiénes son los destinatarios y quiénes se benefician de las prácticas de evaluación?, ¿Qué uso hacen los profesores de la evaluación?, ¿Qué uso hacen los alumnos de la evaluación?, ¿Para qué les sirve?, ¿Se realiza una evaluación de calidad?, ¿Para qué se usan los resultados?, ¿Es una evaluación justa, democrática, humana?.
Reflexionar sobre estas preguntas es reflexionar sobre la ética. Los profesores manejan muy bien las cuestiones de orden técnico-burocrático y administrativo: ¿Qué evaluar?, ¿Cuándo evaluar? Y ¿Cómo evaluar? Sin embargo, cuando se trata de los aspectos de alcance ético: ¿Al servicio de quién está la evaluación que se lleva a cabo?, ¿Qué uso se hace de ella?, ¿Qué funciones desempeña?; resulta más difícil dar una respuesta que satisfaga un proceso de evaluación de los aprendizajes en el que se antepongan los valores humanos que deben estar presente cuando se trabaja con personas. Álvarez (2001) refiere:

La ética de la responsabilidad obliga a tener en cuenta las consecuencias que se derivan de la actuación del profesor para con los sujetos evaluados. Preocupa lo razonable de la acción. El diálogo se constituye en un medio de primer orden para el aprendizaje logrado por la evaluación compartida. (p. 53).


Así, como lo indica la ética aristotélica, el facilitador debe llevar a cabo su praxis evaluativa con prudencia, a fin de prever las consecuencias de su acción, usando los principios morales, con un criterio de racionalidad, utilizando sus conocimientos y el poder que sustenta para fines buenos, en este caso para servir de ayuda al estudiante en su proceso de desarrollo. El profesor debe conducir la evaluación de los aprendizajes por senderos morales, con la conciencia de que el participante es un ser humano con dignidad, y en tal sentido, merece respeto y consideración.
La Comisión Nacional de Currículo (1997), en sus Principios para la Transformación de la Educación Superior Venezolana, señala la necesidad de crear nuevos patrones de comportamiento para formar una plataforma de responsabilidad y respeto de los valores humanos a fin de reivindicar los valores transcendentales del hombre. Igualmente la Ley de Universidades (1970) en su artículo 4 establece que la enseñanza universitaria se fundamentará en un definido espíritu de democracia, de justicia social y de solidaridad humana.

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